Hace unos años mis padres añadieron dos cuartos a su casa. En una ocasión mi padre me pidió encargarme de un trabajo y le respondí: Sí papá, te prometo que lo voy a hacer, sin embargo, por el momento tengo otra tarea. Más tarde fui a hacer lo que mi padre me había pedido. Pero ya estaba hecho. Mi padre no quiso esperar y lo hizo él mismo.
Ahora no quiero hablar de si mi actitud era buena o no. Seguro que el resultado fue mejor a que si yo lo hubiera hecho, ya que mi padre es especialista en construcción. Sin embargo, hubiera podido permitirse un descanso, ya que yo le había prometido ocuparme de esto. Su manera de actuar me sirve en este caso como ejemplo de cómo nosotros actuamos en muchas ocasiones. Nos preocupamos por cosas y tareas que realmente no son nuestra responsabilidad, y esto nos causa mucho estrés y hasta ansiedades y miedos. Se lo voy a explicar:
Cuando Dios creó a los seres humanos les puso en el huerto del Edén y les encargó cuidar del huerto y reinar sobre los animales. De todo lo demás, especialmente del futuro y del plan que Dios tenía con los hombres, se preocupó Dios mismo. Quiso establecer una buena relación con ellos y disfrutar de la comunión. Cada noche Dios iba al huerto para cuidar de esta relación. Adán y Eva confiaban en Dios y tenían curiosidad por lo que Dios les revelaba de él cada día. Manteniendo esta confianza ellos estaban completamente seguros, ya que Dios sabía todo, quería el bien de ellos y era absolutamente digno de confianza.
Sin embargo, un día el enemigo de Dios mintió a Adán y Eva diciéndoles que Dios les privaba de algo. Les dijo que tomando del fruto del cual Dios les había prohibido comer, ellos mismos podían saber el bien y el mal y ser como Dios. Adán y Eva desconfiaron de Dios y comieron del fruto prohibido. Esta desconfianza destruyó la relación. Desde entonces los humanos tuvieron que preocuparse ellos mismos de su vida y también de su futuro. Esto causó mucho estrés, ansiedad y miedo – elementos que originalmente no formaron parte de la vida humana.
Hay tantas situaciones en nuestra vida que nosotros mismos no tenemos bajo control. ¿Sabe Ud. cuál es la pareja que necesita? ¿Sabe cómo se va a desarrollar la enfermedad de su ser querido? ¿Sabe cómo les irá a sus hijos? ¿Sabe qué hay después de la muerte? Tal vez ni siquiera sabe de qué va a vivir mañana. Todo esto puede provocarnos ansiedad, porque no somos capaces de cumplir con la tarea que es propia de Dios.
Ahora ¿cómo debemos resolver esta situación desesperada? La única posibilidad es encargar otra vez a Dios de la guía y responsabilidad de nuestra vida. Pero ¿cómo lo podemos hacer? El ser humano nunca sabrá por sí mismo cómo regresar a Dios. Pues, lo que le alejó era su autosuficiencia. Es obvio que el propio “saber” nunca reestablecerá la relación con Dios, sino la daña porque falta la confianza.
Sin embargo, Dios se encargó de la solución. Entró en acción enviando su hijo Jesucristo el cual, muriendo en la cruz, llevó el castigo por nuestras vidas fracasadas. Luego resucitó de la muerte. “A todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Con la cruz y la resurrección de Cristo Dios puso el momento crucial. Ofrece a todos los que nuevamente confían en Cristo una nueva relación. Este evangelio no tiene nada que ver con los requisitos del Hombre. Dice incluso la Biblia que “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1Corintios 1:18).
Querido lector, le invito a entrar en esta nueva relación de confianza con Dios. ¿Por qué no capitula ahora mismo delante de su creador? Entréguele completamente su vida: Su pasado con todos los fracasos y pecados que cometió – Dios ya se encargó de solucionar este problema. Encomiéndele también su presente, futuro y hasta la vida eterna – puede dejarle a él todas las incertidumbres e inquietudes que habrá.
Esto no significa que nunca enfrentará situaciones difíciles en su vida. Tendrá situaciones que exijan demasiado de Ud. – como hasta ahora. La gran diferencia es que su creador estará a su lado. El Dios todopoderoso y omnisciente nunca está turbado, tiene respuesta para todo. El rey David formuló esta confianza en el Salmo 23 versículo 4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo.”
Por supuesto, el que confía en Dios, también hace lo que Dios dice en su Palabra. Honre a su Padre celestial con su confianza y deje que él le cuide y guíe en el mejor camino para su vida.
Hartmut